Las lecturas que se han quedado conmigo

  Viendo la imagen final de los libros que he seleccionado como mis mejoras lecturas, queda  bastante claro que me encanta leer vidas de otros.   Disfruté muchísimo con ese canto de amistad que es el libro de Cristina Peri Rossi a su gran amigo Cortázar. Descubrí a Alessandro D´Avenia con El arte de la fragilidad . Saberse frágiles y aceptarlo es una de las enseñanzas de la vida. Me gusta descubrir a testigos de la vida. Y un testigo ha sido Philippe Lançon con El colgajo . ¿Cómo se puede sentir gratitud después de haber sufrido un atentado? Pues se puede.  Igual de Delphine de Vigan siente un amor tan profundo hacia su madre, a pesar de la infancia que la hizo pasar. Sanmao también nos cuenta el pozo oscuro en el que cayó después de la muerte de su marido. No consiguió salir de él. Leer la vida de los demás te hace poner en perspectiva la tuya.  Leer a Ayestarán y su Jerusalén, santa y cautiva, te hace conocer una ciudad testigo de tanto sufrimiento.  Con Los silencios de la libertad

Castilla, flagelada y muda. Ignacio Sanz

Flagelada y muda
Vamos a ver, Castilla, cómo empezamos,
cómo decimos la verdad, la mismísima verdad
sin que la crudeza del verbo
pueda machacar con su luz a los cegatos.

Qué metáforas, sutilezas, argucias empleamos.
A ver si nos atiende la memoria, Castilla,
e hilvanamos las palabras certeras para atraer
una benevolente sonrisa, un gesto aclaratorio,
una mirada siquiera, Castilla... una mirada.

Vamos a ver si
                      de repente
nos metemos la vida en el bolsillo y caminamos
dejando la muleta en el rincón,
con las manos abiertas, con los dedos
abiertos, con las flores crecidas en la punta de los dedos
abiertos. Y corremos, sin trampas, el maratón de la esperanza.
Vamos a ver, Castilla, como empezamos
los días inocentes de una historia
sin trabas ni estridencias.
Cómo bajamos a ese tundido viego
de la burra y la miseria y lo ponemos
en la plaza del pueblo a pasear sin corbatas ni apreturas.
Mira, Castilla, cómo se acerca la lluvia
a refrescar este valle para que crezca
una alameda. Atiende la voz de esta mano
que se enreda amorosa a tu cintura.

II
No pienso, Castilla, en tus castillos,
pienso en tí, flagelada y muda,
tierra, madre, irremediable destierro
de un hijo cualquiera. 



   

Comentarios